Ni hablar, soy otra.

Otra, la que miro en el espejo.
Otra, la que aprende a sertirse bien (bien!), la que aprende a sentirse parte de algo. Como nunca antes.
Otra la que sigue fascinada con la oscuridad, pero que sin chistar ni avergonzarse más agradece a la luz.
Otra, la que continua devorando y atesorando libros y poesías y música y se acerca a la comprensión de lo inmenso y de que aún hay algo que la sorprenda.
Otra, la que piensa que el amor es como cocinar palomitas de maíz en microondas: no hay tiempo ni programación exacta para que funcione, es necesario estar ahí de pie, cuidando que todo salga bien, observar, escuchar, sin dejar que el calor se acabe...un descuido y todo se va al carajo.
Otra, la que confirma que la felicidad es cuestión de estar bien con uno mismo, sin importar más nada, pues todo lo demás vendrá después.
Otra, la que deja atrás sus culpas, habiendo exorcisado uno más de esos demonios que la persiguen.
Otra, la que no se deja llevar más por las provocaciones o los insultos o las mentiras o la estupidez de seres inferiores.
Otra, la que agradece a todos aquellos que vienen aquí a asomarse en esta ventana a su mente.
Otra, la que sabiendo bien todo lo que llevará a cabo, empieza hoy diciendo:

Gracias.