Ahí estoy otra vez sentada sobre la cama, mirando por la ventana a la noche, la noche que baila afuera de la ventana, la noche que entra por la ventana... la oscuridad, los minutos están pasando tan lento, el tiempo... la relatividad del tiempo mientras recuerdas, perseguidores, grandes bloques de memoria, tener ahora algunas palabras y gestos, pero ya no una totalidad de tu cara...
Detrás de mí me contempla el espejo, está tan callado. Volteo, me regresa una silueta deforme, con el cabello que me cae sobre la cara, el cabello que me ha crecido ya tanto. Los brazos fríos, los pies fríos, toco los moretones de mi brazo, los del pecho, presiono para sentir el dolor, recordar que estoy viva sin la mano cortada. La piel erizada, yo en el borde de la cama, yo en el borde de la ventana. Oliveira que se lanza. Oliveira en mi memoria, Oliveira que totalmente cuerdo se lanza, y no cae ni siquiera cerquita del cielo.
Debajo de mi ventana no hay rayuela, esta el concreto y más allá unos pequeños alcatraces. Si me lanzara yo totalmente cuerda caería en los alcatraces, pero la ventana tiene reja y no podría lanzarme. Tampoco estoy totalmente cuerda.
También estoy yo y las ratas, las asquerosas ratas y los árabes muertos. El existencialismo y yo como uno solo. El existencialismo que hermosamente dibuja abismos donde nadie puede lanzarse. Y por supuesto también estoy yo y la ciudad repleta de ciegos moribundos. Yo estaré así de ciega, yo totalmente ciega, cierro los ojos y todo sigue negro, abro los ojos y entonces regresas tú. Y así sin querer lo encuentro.
El dolor se ha focalizado en un solo punto dentro del pecho. Late, lo oigo latir más fuerte que mi propio y agusanado corazón. Pero mi corazón sigue en la palma de la mano del asesino. Por que ese es un asesino, mi amor. Hay que darse cuenta. Es un asesino. Eres tú. Tú creaste la canción y yo cree la imagen. Y en esa extraña amalgama entre la imagen y la canción no hay lógica, no hay conexión es como cuando dos cosas se queman juntas y ya, pero aún así son el presagio. Comprendo. No fue un crimen. Es simplemente inmolación.
Si no está aquí mi corazón lo que late es el puto dolor. Lógica nada kantiana, pero lógica al fin. Hay que sacarlo. Tendré que atravesarme el seno, encontrar un lugar que no tope con el hueso, aquí está, ahora con qué, maldita sea, con qué. Si todos los locos contáramos con un bisturí bajo la cama no habría tanta locura. Pero una navaja sirve, claro.
Duele, la sensación de este otro dolor es más viva y más soportable, sobre todo eso, más soportable, pero no he llegado hasta el fondo. La sangre corre manchando mis manos, el vientre, escurre, lenta y roja. Hay que llegar más adentro y sacarlo. Pero con qué maldita sea con qué.
Un gancho, un gancho de tejido es lo suficientemente largo, entonces sí, pero hay que salir del cuarto.
Voy dejando mis huellas de sangre en el piso, mis pequeños y hermosos pies descalzos. Y ya, ahí en los cajones están. Los ganchos que yo quiera. Tomo de una vez el algodón y algo de alcohol. El orificio es pequeño, no necesitaré sutura ni nada de eso, con una bandita quedará como nuevo. En absoluto quiero morirme, solo lo quiero sacar.
De regreso al borde de la cama, de rodillas frente al borde de la cama, ya abandoné la ventana. Más tranquila. Nadie se ha despertado. Mis sangrantes huellas de gato, pueden ser de cualquier otro gato de la casa. Todo se ve más oscuro que antes. Ahora hay que empujar fuerte. No! tan fuerte, no. Eso sí estuvo feo, me tiemblan las manos, la sangre sigue manando. Un dolor casi se confunde con el otro pero removiendo un poco en el orificio empiezo a sentir que lo toco, que puedo jalar y sacarlo. Maldita sea el gancho va a doler más al salir que al entrar, pero no hay tu tía.
Tiro, tiro de el y me desgarro, ahora si empiezo a llorar, me lo estoy sacando, lo estoy perdiendo, qué estupidez, se siente vacío el vacío. Esa cosa informe viene en la punta del gancho, sale con él como un hilo negro muy fino, como una columna de humo. Pongo en las sábanas el gancho que todavía chorrea, y sigo jalando porque el hilo de humo no termina, se queda ahí entre mis manos informe, jalo, hasta que veo salir la otra punta, en mis manos llenas de sangre el humo se arremolina y poco a poco va tomando forma. Abro desmesuradamente los ojos sin poder creerlo.
Es el gato negro, mi amor, es el gato que se retuerce, como si no tuviera oxígeno, como si estuviera sobre las brazas ardientes de la misericordia del señor. Se contrae, me mira con sus ojos inmensamente rojos... es el dolor, esa es la cara del dolor, me mira maliciosamente, lo miro con miedo a los ojos y casi lo escucho susurrando: n-o h-a-y l-u-g-a-r, n-o h-a-y e-s-p-a-c-i-o d-o-n-d-e t-ú n-o s-e-a-s y-o.
Y así, después de maldecirme se convierte otra vez en humo que lentamente asciende y entra por mi nariz, lo aspiro profunda y voluntariamente... otra vez adentro, pero las fuerzas me abandonan, no creo que tenga fuerzas ahora, para volver a sacarlo.
* por petición popular ya no voy a poner este color al texto. (en mi pantalla se ver re chicles!)
4 ecos:
Yo se que a lo mejor no soy santo de tu devocion por que me atrevi a decirte burrada y media pero bueno, ya adopte-gracias a tus sabios consejos-a un gatito virtual
saludos y ya deja la depre mujer!!
visita mi blog para que lo destrozes!!
al fin lo pude leer... sniffff.
Qué se puede decir ante este tipo de situaciones.
La depresión muchas veces huele a sangre para tratar de aliviar un dolor con otro, pero dpende de uno si disfruta el dolor o no.
Solo sé que desde ahora, veré a los ganchos de tejido de una forma muy diferente.
Y bueno desde hace tiempo tenía ganas de hacer algo un poco gore, jajaja...
Pero bueno, siempre he creído que la escritura libera así que, sacando todo esto me siento más libre, aunqué no sé de qué....
Polar Bear, visitaré tu blog,
Lagartija, no llores, al final todo queda como antes
Val... hay muchas formas de disfrutar el dolor...
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