martes, junio 06, 2006

Comprender la muerte.

Cuando era niña tenía mucho miedo de la muerte, es decir, de la calaca con su guadaña que se podía aparecer en cualquier momento en la oscuridad del patio, o que estaría acostada a mis espaldas cuando yo me quedara dormida.

En realidad no lo entendía. En realidad no lo he entendido.

Ahora no sé si todavía le tengo miedo a la muerte, (que ya no está representada con la calaca y su guadaña) ahora está representada con un sillón vacío, un perro que aúlla toda la noche y un rosario colgado en la pared.

La muerte ahora huele a nardos.

La muerte ahora sabe a licor de café.

La muerte es algo tan abstracto que en serio todavía no alcanzo a comprender y por eso, por momentos es como si no existiera.

Por eso, contigo abuela, con mi abuelo, y con Don Floreal que es como mi otro abuelo, me pasa lo mismo, pienso que el día que me pare por su casa van a salir, como siempre, a abrirme la puerta con una sonrisa.

Pero hoy hace dos años que te fuiste.

He tratado de asirme a la muerte, en serio. Por eso mientras agonizabas en el hospital, no quería despegarme, pero luego, nos pidieron que saliéramos y fue detrás de la puerta que escuché sus últimos suspiros, tu último lamento. Dos años antes sobreviviste a la embolia y te recuperaste casi por completo. a veces nos recordabas y a veces no. Pero sabíamos que la muerte volvería, por eso bajé con ella y contigo, hasta la morgue de ese frío y antiguo hospital del centro. Esa tarde me quedé a tu lado, me asusté tremendo cuando dejaste caer un brazo y te canté las canciones que te gustaban y otras que me gustaban a mí. Te hacía tanta gracia que yo me la pasara cantando todo el tiempo. Y ya ves, dicen que los muertos siguen oyendo por un tiempo.

Tal vez no entiendo nada porque nunca he visto morir a nadie.

Sólo mi madre vio morir a mi abuelo. Cuando me habló a la casa, yo apenas había llegado de la escuela y había puesto un CD: “porque un hombre siempre sabe como escapar... hacia la nada, directo a la nada...” por eso nadie entendía porque lloré en los conciertos de los Cadillacs. Yo no quería soltarlo, tendido en la cama, lo veía respirar y tocaba sus pies y sus manos sin poder creer que estaban tan fríos y tiesos. Me quedé a su lado hasta que llegaron los de la funeraria para embalsamarlo y meterlo en la caja. Con él enterré esa trenza de cabello de casi un metro que me corté cuando cumplí 14. Yo juraba que no estaba muerto. Me tuvieron que inmovilizar para que dejara que se lo llevaran. Hace unos meses me desperté llorando porque soñé con él. Me agradecía el que yo me opusiera a que lo enterraran cuando todavía estaba vivo.

Y Don Floreal era una de esas excepcionales personas generosas en todos los sentidos. Todos los niños que lo conocían le decían tío Quico. Yo le decía Don Florecito. Era el mejor amigo de mi papá. El decía que se llamaba Floribundio Flores Floreal. Nunca tuvo hijos. Pero yo estoy segura que unos hijos de la chingada lo sobremedicaron para que muriera y se pudieran quedar con todo su varo. El día de su funeral yo no fui. Tenía que entregar calificaciones y me la pasé revisando exámenes toda la noche. Cuando fue a despedirse era ya de madrugada, la mesa estaba llena de papeles y sobre ellos, mirando mi mano subir y bajar por la hoja, mi gato Kanish me hacía compañía. Detrás de Kanish un vaso con agua se calló. Yo no me asusté hasta que noté cuán lejos estaba Kanish del vaso y con qué expresión de horror miraba en esa dirección.

Me asquean los funerales, me repugnan esos rezos que hablan de la pena, el dolor y la tortura de la muerte en el pecado. Odio esos cantos melancólicos que hacen llorar más a los deudos. Sólo esa sensación de abandono y profunda pena al ver descender a la tierra a alguien que quiero me hacía llorar.

Me cuesta tanto comprender la muerte.


Amnesia
Tu cara pesa en mi memoria
una tonelada de miedo
y se me cerraron los puños
en esta suerte de desierto.
Fuego otra vez no me importa si volvés
pero que no sea hoy
Fuego otra vez de la casa del ayer
Siento, no sé donde estoy
El humo cubre las ventanas
escucho el grito del deseo
Y permanezco casi inmóvil
ante el embate de lo nuevo,
Porque un hombre siempre sabe como escapar
hacia la nada,
directo a la nada
proa hacia la nada.
Fuego otra vez no me importa si volvés
pero, que no sea hoy
Fuego otra vez de la casa del ayer
siento, no se donde estoy.
Fabulosos Calavera/LFC /Letra y Música Sergio Rotman

3 ecos:

lagartija dijo...

me hiciste recordar una historia muy triste con este post... reviviste el miedo que sentí hace unos días con lo del accidente que te conté... la muerte es un tema tenebroso, triste, fascinante. Es oscura, alegre, malvada. La muerte no sé si sea flaca, no sé si venga por uno... sólo sé que besó en los labios a mi otra mitad, que se llevó su alma sin preguntarme y me dejó sola, a la deriva. A diez años de un entierro al que no me dejaron asistir sigo partida a la mitad, sin entender la muerte.

bestiahumana dijo...

Este post, me trajo tantos recuerdos, comparto contigo tu opinión acerca de los funerales.

"Al ir abriendo la puerta un aire violento me dice sin piedad que no estas ahí”. JMA
“Para tener una muerte chingona, hay que tener una vida mucho más chingona” S.H.

Valeria dijo...

no había podido comentar...

Me encantó tu post. A la muerte hay que verla como una aliada, no como enemiga, aunque cuando se lleva a un familiar no haces más que maldecirla. Difícil de comprenderla, pero para allá vamos todos.

"La Soledad y la Muerte son las dos señoras que te van a acompañar siempre. Una te prepara, la otra te recibe" SH.