jueves, noviembre 03, 2005

Ayer estuve en la firma de autógrafos de las deidades sónicas.
Todo el protocolo fue seguido al pie de la letra, ellos sonreían, yo esperaba en la fila, todos los seguidores estábamos emocionados. Los niños de la tienda de discos hacían su trabajo.
Yo temblaba.
José Manuel estaba otra vez ahí, ante mis ojos, de carne y hueso. Era él, eran sus ojos, y era también su voz, que me estremece hasta el éxtasis. Me sentí nuevamente como estudiante de secundaria, síp: boba y enamorada, en el más puro sentido de la palabra, pero me apendejé y me faltó que JM me firmara el booklet del Fluir; al menos con Alex y Chema pude cruzar unas palabras sin ofuscarme.

Sabrá ese misterioso hombre el influjo que tiene en mí?

Sin embargo, la situación era ridícula en realidad, eran ellos y era yo, pero no hubo esa cercanía de otras veces, la banda chida que convive con la gente que aprecia su música. No. Era otra cosa. Como si lo global arrasara lo local... el cliché. Caímos redonditos.

A todo esto sólo hay razón para alegrarse porque su música se difunde, porque están posicionándose fuertemente en la escena del rock nacional e internacional.

Será inevitable esa desazón.

Mañana los escucharé en vivo, después de mucho esperar.